Una cabeza que no para de pensar, analizar, intentar ordenar, calmar, equilibrar sentimientos e ideas, que no cesan su batalla de
agobio.
Emociones que estrujan un corazón hastiado por no saber
dirigirse a la verdadera fuente de descarga.
Canciones que agitan el alma. Ilusiones que, como hojas de
otoño, tiritan al oírlas. Versos que sólo consiguen convulsionar los pilares de
aquellos sentimientos que se creían firmes y dictaminados.
Un ego golpeado por palabras que sabe ciertas, convenientes,
pero que se rehúsa a aceptar.
Y de vuelta el gran dilema: la necesidad de soltar contra la
negación de este rebelde que no deja en paz. El apego por encima del propio
bienestar, irrumpe cada tanto en la labor diaria del ensimismamiento.
¿Qué se necesita para lograr tal proeza?
¿Qué hace falta sentir para que el mismo egoísmo que quiere
todo para sí, entienda que va por el camino incorrecto?
¿Cuántas fichas más deben caer sobre el tablero para llegar
a patearlo?
Mag

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