¿Por qué cuando uno decide patear el tablero, nuestro oponente se pone de repente de nuestro lado, dejándonos un aparente jaque servido?
¿Cómo puede uno confiar en la bondad y generosidad de alguien que pasó de compañero a rival en un instante, sin previo aviso y ahora quiere simular ser un aliado?
¿Qué le hace pensar a este individuo que un repentino cambio de estrategia puede seducir a su par, obligándolo a ceder aún más su dignidad y despistarlo de la vacuidad de sus legítimas intenciones?
¿Cuáles son los móviles que lo impulsan a elaborar un plan tan ruin?
¿Por qué, aún siendo conscientes de todo esto, nos terminamos comiendo el buzón que un lobo sin piel de cordero nos invita a cenar?
¿Será que somos todos sado-masoquistas en algún nivel?
¿O quizás nos educaron de esta manera, mostrándonos el padecimiento y el conformismo como única realidad factible?
¿Es obligatorio honrar el dogma que nos fue impuesto?
¿Podremos transformarnos en subversivos y comenzar una revolución al respecto?
¿Costará mucho quitarle el tinte negativo a estas dos palabras y de esta manera comenzar a restaurar los pilares de esta doctrina?
Mag

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