jueves, 8 de noviembre de 2012

*Balance de ciclos*



Siento que está por terminar de cerrarse un período en mi vida. Creo que el más importante, el que formó parte de la transición de mi adolescencia a la adultez, aunque no sienta estar dentro de ella por completo. 
Dicen que la vida se maneja con ciclos de 7 años, aunque este no encaje perfectamente en ellos, está por cumplirse su tiempo.

Una etapa va quedando atrás 
llevándose consigo mis más especiales años, los más duros, los más dulces, los más conflictivos… y aún así los que contienen los mejores y más importantes momentos de esto que llamamos VIDA. Hitos en mi existencia que marcaron todas las aristas de mi alma.

Naufragué en todas mis debilidades o la mayoría de ellas. Buceé en lo profundo de los rincones más oscuros de mi ser, ahí dónde nunca imaginé que podía llegar, esos que no sabía que existían. Me perdí. Fui a la deriva por callejuelas que nunca me llevaban dónde quería (o tal vez no conocía el rumbo). Sin mapas ni brújula seguí caminando deteniéndome por momentos, a veces lapsos más largos, con personas que me orientaban en mi camino. Algunos me dieron palabras, otros pedacitos de su corazón. Estuvieron también los que sólo caminaron a mi lado enseñándome con sus pasos, incluso unos cuantos me hicieron daño (seguramente se los permití)… y unos pocos me dieron su vida. 
Sólo algunos siguen hoy a mi lado, los que aún no concluyeron con su misión. Pero todo en el universo debe fluir para subsistir, para no pudrirse debido al estancamiento. Para evolucionar y avanzar en sus ciclos propios. Me llevó también su proceso el masticar y aceptar que en este paso por la tierra me toca caminar relativamente sola, pero ya me estoy acomodando con la idea.

Siento que dejo acá la mitad de mi, quizás algún pedacito mas… de corazón, de tiempo, de emociones, de lágrimas, de paciencia, de templanza, de amor, de desilusiones, de esperanzas, de dedicación, de locura, de pasión, de niñez, de inocencia… Pero después de todo lo vivido en estos años y de los contratiempos para encontrar la salida a ese inframundo, dónde habitaban tantos aprendizajes, creo haber juntado todas las partes del mapa. Resta hallar la N° 25 que, intuyo, es la que me lleva a la salida. 
Aún así ya se huele el aire fresco, sin el hedor a humedad. Se ven flores a orillas del camino, frutos de esta primavera que comienza junto con el resto de mi vida. La gente sonríe más a menudo. Yo también.

Se preguntarán como haré a seguir adelante con menos de la mitad de mi. Bien, resulta que descubrí que cada enseñanza recibida tenía como precio esos fragmentos que formaban el rompecabezas del que estaba hecha. Pero lo que mi egoísmo y egocentrismo no me permitían ver era que también esa persona se llevaba consigo un aprendizaje con el mismo costo que el mio. Me supuso casi todos estos años, de lamentarme por mis pérdidas, el darme cuenta de que en ningún momento quedo un espacio vacío en este puzzle. Nadie perdió nada, todos ganamos lo que en ese momento necesitabamos. Incluso a veces había quienes me dejaban una yapita extra por si la precisaba luego. Me tomó mucho tiempo pero al fin logré valorar a todos estos maestros que me fui cruzando. Cada quién me enseñó su arte y precisamente la que me era indispensable para superar la siguiente etapa del trayecto.

El camino fue duro, largo quizás, pero con lágrimas en los ojos y una sonrisa en la boca hoy veo y agradezco estar a punto de salir del laberinto con mi alma entera, el corazón lleno y una mochila repleta de obsequios intangibles y perennes que fui recibiendo.

Me colma de dicha haber llegado a este punto. Las experiencias fueron increíbles y las gratificaciones aún mejores. Costó quitar el arrepentimiento de mi mente respecto a muchas decisiones, sin embargo los resultados a corto o largo plazo me demostraron lo atinadas que fueron. Crecí mucho, a veces de golpe otras a los golpes, mas lo importante fue lograrlo. En ocasiones siento que lo hice tan vertiginosamente que ni siquiera quienes lo vivían a mi lado lograban reconocerme luego. Cometí muchos errores, muchísimos y para algunos compañeros de este viaje fue difícil reencontrarme después de un tiempo y comprender los cambios que los aprendizajes generaban sobre mis fallas. Hubieron épocas, aquellas en las que me perdí, en que pensé que no iba a lograr salir nunca. Momentos en los que ni yo misma me encontraba en el espejo. Curiosamente, mientras más me perdía, más me acercaba al centro… ahí dónde se hallaba el sendero directo a la salida.
En fin, entre tanto ir y venir; subir y bajar; perder y ganar; la esencia se mantuvo intacta, afianzándose y enriqueciéndose con cada paso. Pocos lograron descubrirla y beber del manantial que existe en ella y en la mayoría de los espíritus.
Me llena de felicidad y me divierte ver lo lejos del punto de partida que estoy. Incluso la distancia a la que quedó un año atrás y más llamativo es todavía el extenso camino recorrido de un mes a esta parte.

El tiempo se acaba, o quizás no. Este “eterno ahora” es muy amplio. Pero al fin he logrado comprender cómo funciona el soltar, fluir y seguir. Y éste es uno de los grandes secretos que encontré en mis largas inmersiones. El que me ayudo a perderme, el que me llevó al centro, el que hoy me trajo acá, pasando a formar parte del cofre de tesoros de esta etapa del viaje.

La vida y los momentos pueden ser tan cortos como eternos, todo depende de la intensidad con la que decidamos atravesarlos.


Mag

1 comentario: