Tu sonrisa se cuela por mi oído como una mariposa. Se dibuja tu iris en mi retina.
Tus manos encuentran las mías, se acarician, se entrelazan, se aseguran, se aferran.
Nuestras miradas danzan lentamente en oposición a nuestros corazones, pero coinciden en no permitir perderse un solo detalle de lo que sucede.
Te acercas lentamente a mi, los latidos se aceleran aún más.
Casi puedo sentir tu respiración sobre mi piel.
Nuestras almas ya se abrazan.
Cierras tus ojos y recorres cada espacio de mi rostro, rozándome con tu piel con la mayor de las sutilezas. Hueles mi cabello. Nuestras miradas entreabiertas se cruzan de reojo, cómplices, deseosas, tiernas; expresivas, reflejando cada rincón de nuestras almas.
Tomas mi cara con tu mano, acariciándome. Te aproximas a mi boca. Respiras profundo pero pausado, pretendiendo absorber cuanta partícula hay de esa energía tan sublime que nos envuelve.
Mis labios arden al desear este momento: ese instante único e irrepetible en el que nuestros labios se toquen por primera vez. Ese segundo que te deja sin aliento, en el que te invade una tormenta de sensaciones en el estómago, imposible describirla con meras palabras.
Me hipnotizas con una mirada profunda y directa, segura pero tímida, como los primeros brotes en la primavera: el último ingrediente para completar el hechizo.
Nuestros párpados se rinden ante la intensidad de ese segundo mágico que parecía que no iba a llegar nunca. Nuestras bocas parecen saber claramente lo que quieren, por el contrario de nuestras mentes, que desde hace unos minutos quedaron anuladas.
Comienzo a reconocer la textura de tus labios, el sabor de tu deseo, el aroma de tu respiración.
Te espío con mis ojos entornados y me encuentro con tus pestañas apretadas, tensamente relajadas. Casi puedo oír tus pulsaciones acelerándose a través de los suspiros.
¿Cuándo fue la última vez que te besaron tan apasionadamente?
¿Cuándo la última vez que lo hiciste?
Imposible que lo recuerdes, las experiencias de vidas pasadas a menudo se olvidan, pero nuestras almas saben reconocerse.
Estoy aca. Estas conmigo. Después de haberlo deseado una década atrás, por fin se alinearon los planetas. La espera aumento el anhelo, los años acentuaron el sentido.
Mientras tanto la ciudad sigue su curso y yo no entiendo cómo es que el tiempo se detuvo en esta baldoza que compartimos y nadie lo nota.
Un pequeño mordisquito me hace regresar, tras un segundo de divagar en mis pensamientos y con una sonrisa enredada en nuestros labios, aferrados en un fuerte abrazo, acabamos de sellar el hechizo.
Pero la pócima no venía con detalles respecto a su duración, solo aseguraba que sería inolvidable.
Mag

Si el amor es culpable de estos párrafos, mantente siempre mantente enamorada.
ResponderEliminarItzel.
ay qué bonito!!!
ResponderEliminar